Las enseñanzas del Swami, tienen plena vigencia al día de hoy. Muchas personas buscan respuestas en las antiguas tradiciones. Quieren superar el estrés de la vida moderna y encontrar un equilibrio interior.
Dos caminos, desde culturas distintas, ofrecen respuestas afines. El Estoicismo, de la Grecia clásica y el Yoga, a quien le dedicamos este blog. En particular su versión del siglo XX presentada por el Swami Sivananda. Ambos comparten una idea central: la libertad no se encuentra en el mundo exterior, sino en el dominio de la mente.
Una misma búsqueda, dos lenguajes
El Estoicismo, fundado por Zenón de Citio en el siglo III a.C., enseñaba que la felicidad depende de vivir conforme a la razón y la naturaleza. No podemos controlar los acontecimientos, decía Epicteto, pero sí nuestra reacción ante ellos. La serenidad nace del discernimiento entre lo que depende de nosotros y lo que no.
El Yoga, en la línea de Sivananda, propone un camino integral que abarca cuerpo, mente y espíritu. Su propósito es alcanzar la unión de la conciencia individual con la conciencia universal. Liberarse del sufrimiento que proviene de la ignorancia y del apego. En palabras del propio Sivananda:
“Gobierna tu mente o ella te gobernará. La mente es un buen sirviente, pero un mal amo.”
Swami Sivananda
Ambas filosofías enseñan que la paz interior no se obtiene cambiando el mundo, sino la forma en que lo observamos.
Conciencia y autoconocimiento
Para los estoicos, la conciencia es una chispa del Logos, la razón divina que ordena el universo. En cada ser humano hay una porción de ese principio racional, y conocerlo equivale a conocerse a sí mismo. Marco Aurelio lo expresó así:
“Mira dentro de ti; dentro está la fuente del bien, y siempre puede brotar si siempre la buscas.”
Marco Aurelio, Meditaciones
En el Yoga, la conciencia es la naturaleza esencial del ser, idéntica a lo absoluto, eterno e inmutable. El autoconocimiento no es solo psicológico sino espiritual. Trasciende cuando la conciencia individual es una con la conciencia universal. En los Yoga Sūtras, Patañjali lo formula con precisión:
“Cuando cesan las fluctuaciones de la mente, el vidente mora en su propia naturaleza.”
Patañjali, Yoga Sūtras I.3
Virtud y valores espirituales
Ambas tradiciones ubican la virtud en el centro de la vida. Para el estoico, la virtud es el único bien verdadero. Se manifiesta en la sabiduría, la justicia, la templanza y la fortaleza. Para el yogui, la virtud es pureza interior. Se manifiesta practicando los valores morales (no violencia, veracidad, responsabilidad) y los valores espirituales (fe, desapego, bondad de corazón).
La ética estoica es racional; la del yoga, espiritual.
Trascendencia y libertad interior
La libertad, para un estoico, no consiste en escapar del destino, sino en aceptarlo con serenidad.
“No pretendas que los acontecimientos ocurran como deseas, sino desea que ocurran como ocurren, y tu vida será serena.”
Epicteto, Enchiridion
El yogui, en cambio, busca la libertad en un sentido más radical: la liberación del ego. La aceptación del presente es solo el primer paso hacia la unión con lo eterno.
El estoico se eleva por la razón; el yogui, por la conciencia. Pero ambos coinciden en que el enemigo no está fuera, sino dentro, y que vencerlo implica conocerse y transformarse.
La verdad y el sentido de la vida
Para el estoico, la verdad es vivir conforme a la naturaleza racional del cosmos. El sabio acepta su lugar en el orden del mundo y actúa con justicia y serenidad. Para el yogui, la verdad es espiritual: descubrir que la realidad última es una sola.
Tat Tvam Asi —“Tú eres Eso”—
Chāndogya Upaniṣad 6.8.7
La antigua enseñanza védica, resume la realización del yoga: la unión con lo absoluto, inmutable y eterno.
Ambas visiones convergen en un mismo ideal: una vida guiada por la lucidez, la compasión y el desapego, donde el ser humano se reconoce parte de un orden superior.
Síntesis
El Estoicismo y el Yoga son dos lenguajes distintos para una misma experiencia interior. El primero busca la sabiduría a través de la virtud, la aceptación y el equilibrio emocional. El segundo busca la liberación mediante la fe, el desapego y el autoconocimiento.
Ambos invitan al ser humano a trascender el ego, a vivir en armonía con el universo y a hallar en la quietud interior la verdadera libertad. En un mundo saturado de estímulos, estas enseñanzas antiguas suenan más actuales que nunca.



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